Y mi espada cayó, simultáneamente mi fuerza se fue con ella y, dentro de mí, la voluntad me gritaba que siguiera, que no me detuviera, mas mi cuerpo ya no compartía su misma idea. Siento como el viento me roza deprisa y me duelen las heridas que la guerra de la vida me ha causado; unas duelen más que otras.Escucho el sonido como algo pasajero, como una pequeña voz hablándome al oído, pero no la entiendo, el frió empieza a consumirme y lejos de mi miro mi espada y pienso en cómo fue mi batalla, en las cosas que no hice, en las cosas que no dije. Ahora todo es calma y mis ojos pesantes se tornan cada segundo y mi mente no quiere pensar. Siento como la lluvia limpia mi cuerpo y observo a los buitres que se mueven desde lejos.
Inmóvil pienso: ¡Qué gran sueño!, pues del cielo bajan pronto y con destello, pelo de oro, cuerpo esbelto; en su mirada reina la bondad, me observan sin parar y mi miedo se va , el frió desaparece, la lluvia ya no me baña; y después tocan mi cara, abro mi boca y lleno mis pulmones con aire que se hace eterno y un gran alivio, fuerzas renacientes, pues toco sus manos y me pongo de pie, y camino con ellos, ¡más que sorpresa tan grande!, al mirar mi cuerpo en el suelo derrumbado; y me pregunto: ¿Es qué he muerto?, y al mirarlos, uno de ellos me acaricia la mejilla.
Lo demás que pude observar me dijeron no lo diga pues es el secreto más grande y cada quien lo adivina cuando el momento llegue y se acerque la partida.
No sé si morí, no sé si vivo, pero sé que siento paz y se me olvida.
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